miércoles, 7 de mayo de 2014

La subida al monte






LA SUBIDA AL MONTE


La Virgen de la Fuensanta ha regresado al Santuario. La Morenica ha vuelto a su casa del monte después de su hospedaje cuaresmal en la casa grande de los murcianos, la Catedral.
Urgida por la cita de los murcianos  con su Virgen, la mañana se ha levantado temprano y, en silencio, se ha vestido con un cielo prístino, entreverado de luz pavonada y rosicler.
Al toque de la misa primera, gentes devotas han ido acercando sus pasos hasta la Catedral y allí han hecho sus últimos ruegos a la Señora. Los más rezagados, han permanecido en la plaza esperando ver abrirse la puerta del Perdón y aparecer por ella a la Fuensanta sobre su trono de plata.
Cuando la Virgen sale, un sol blondo ha comenzado a lamer la fachada de Palacio y el cielo ya es un brillo de vaporosa transparencia. El volteo de campanas, levanta bandadas de despavoridos pájaros –aviones, vencejos, golondrinas- y palomas, que surcan el espacio con alocado e imparable vuelo, describiendo giros y piruetas imposibles, cuyas estelas se entrecruzan como serpentinas desprendidas del  celaje matinal.
Mientras la multitud se agolpa a su alrededor para estar más cerca de su Patrona, el trono ha ido avanzando y ya se aproxima al Puente Viejo.  Allí en lo alto, la Señora se detiene para despedirse del viejo río, conmovida ante las aguas cansadas que en otro tiempo colmaron las espejeantes y sonoras albercas de Al-Bostán.
Viene desde lo lejos un  vientecillo presado que se derrama sobre el Barrio y ondula el manto de la Morenica. Ahora el cortejo retoma la carrera y marcha con paso presuroso hacia el monte. Desde la boca del puente, desde la hornacina de la Virgen de los Peligros, muchos se despiden ya de la Patrona, a la que  ven alejarse, cada vez más pequeña, hacia su mirador de la Vega. A lo largo de su subida, otros la saludarán con alborozo, inundándola de pétalos y piropos, y  la alhábega, el tomillo y los pinos cimbreantes, como un humilde incensario, la perfumarán a su paso.



Aún puedo recordar que, siendo adolescente y estando interna en el colegio, esa mañana se nos permitía salir a la misa de la Catedral y acompañar a la Virgen hasta el Puente Viejo. Luego, el grupo que éramos, acompañadas por alguna monja, volvíamos alborotadas y bulliciosas al colegio y retomábamos la rutina del día. 

2 comentarios:

  1. Sé que parecerá, porque además es cierto, que me repito, Alicia, pero qué bien escribes. Y encima no ahora, sino desde que te conozco, y ya ha llovido mucho desde entonces. A pesar de que llueve poco - de la pertinaz sequía, que decía el otro - en esta piel de toro que algunos nos empecinamos en seguir llamando España

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    1. Gracias, Ernesto. Pocos compañeros, de hace tanto tiempo, son tan leales como tú. Es gratificante que alguien te diga que le gusta lo que escribes y que disfruta con su lectura. Un abrazo

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